Japón y el Ego

Geisha-Make-Up-Looks8Entre los muchos estereotipos que existen sobre Japón sobresalen sin lugar a dudas la imagen masculina del samurai y la femenina de la geisha. Si el samurai encarna el arquetipo del «guerrero místico», el «caballero andante» exótico, la imagen de la geisha no exenta de tópicos y pésimas interpretaciones a las que ha contribuído el inefable cine de Holliwood y el (en mi opinión) deleznable, aborrecible y amarillista best seller «Memorias de una geisha» y su consiguiente película.

Entender Japón implica o debe implicar entender la Conciencia de Grupo, el Colectivo por encima de la individualidad. En general son escasas las personas sobresalientes, salvo en determinados campos, sin embargo son grupos y grandes corporaciones quienes logran el «milagro económico» y social.

 

Pero sin entrar demasiado en datos estadísticos, centrémonos en el tópico de «matar al Ego» del que tanto se habla y presume en los «dojos de las redes sociales».


No hace mucho leí un sesudo artículo sobre el significado de los colores de los cinturones, no es que fuese erróneo, sino que incurría en el fallo generalizado de pasar por alto que hablamos de otra cultura, con claves y simbología diferente.

Lo mismo ocurre con la Geisha. La palabra significa literalmente «artista» o «persona dedicada al Arte (con mayúsculas), su labor no consiste en destacar, en seducir o en acompañar, hacer pasar un buen rato, a una persona, de género masculino habitualmente, sino en algo mucho más difícil: hacer que esa persona se sienta única y hacerla olvidar el mundo exterior entrando en lo que se llamó «Mundo Flotante», en referencia a un mundo en el que no existen las diferencias de rango y, por tanto, el cliente puede sentirse cómodo y relajado.

La Geisha no es bella, no es un alarde de belleza, no intenta serlo. Para ello oculta sus facciones tras una gruesa capa de maquillaje blanco, también llamado Mu-Iro que significa «sin color». Su cara así maquillada cumple los cánones de belleza japonesa (Bijin) establecidos en la Edad Media, como si se cubriese con una máscara teatral.

geishaNOH MASK

 

 

 

 

 

 

 

 

De este modo su personalidad, su individualidad, queda oculta. O dicho de otro modo, su Ego desaparece, se diluye en el Arte para el goce del cliente.

A menudo se confunde su labor con la de nuestras «Señoritas de compañía», un eufemismo que esconde la prostitución de alto standing. Una geisha puede tener sexo con el cliente, o no, es su decisión dado que el sexo no es un tabú en las relaciones humanas japonesas, sino que se considera algo natural.


Al contrario de lo que ocurre en la cultura occidental, el pensamiento japonés no está dirigido al Yo, al Ego. No se intenta destacar, sobresalir, sino más bien lo contrario; lo que se pretende es hacer crecer, mejorar, el grupo, es el grupo (léase famila, clan, feudo, gremio…)

La sociedad se estructura en grupos jerárquicos, es decir y por poner un ejemplo relacionado con el Budo, éste contiene varias especialidades que, a su vez, se dividen en estilos (Ryuha) y éstos están formados por distintas corrientes o líneas esparcidas en Dojo o grupos. (Ejemplo: Budo-Karate-Shito Ryu-Hayashi Ha).

Habitualmente se relaciona la práctica de las artes marciales con el budismo y si bien esto no es falso, tampoco es exacto puesto que todo lo japonés está imbuido de un eclecticismo con personalidad propia. Así tenemos que el vocablo -Do y el color blanco del Keikogi tienen influencias budistas de negación del Yo, su jeraquía proviene del confucionismo en el sentido de que el conocimiento circula de «arriba» hacia «abajo» siguiendo el «orden celeste» y la mayoría de sus rituales del shintoísmo como el saludo inicial a los Kami o divinidades protectoras.

Por la misma razón el trabajo, es esfuerzo por mejorar se transmite de «abajo» hacia «arriba», es decir, el individuo no debe destacar por sí mismo, sino por su grupo, el Dojo, la corriente, el estilo, la disciplina y el Budo en general.

No es fácil entender este flujo, toda vez que la mentalidad occidental nos lleva a mejorar por nosotros mismos y destacar individualmente, de ahí que se incida en el papel relevante que tiene Uke (el compañero de práctica) en el proceso de aprendizaje y mejora. Se trata de entender que es un trabajo en equipo, en el que uno no puede avanzar sin el otro y que, gracias a esa correspondencia, los dos experimentan el aprendizaje.


Diluir, eliminar el Yo, el Ego, no es algo «espiritual» en el sentido de dar un valor moral al hecho, al rasgo o al gesto, sino que hablamos de un elemento sin el cual Japón no tendría su identidad cultural.

Si «el milagro japonés» se produjo en el sentido de salir de la Edad Media a mediados del siglo XIX para ser una potencia mundial y vanguardista en diseño, tecnología y otras artes, incluso teorías económicas como «La teoría Z» para maximizar la competitividad y producción, no ha sido debido a grandes pensadores o filósofos, sino a la labor de todo un pueblo que tiene un sentido extremo de la colectividad.

Así se puede entender que un japonés sea «Sony» o «Mitsubishi», es decir, se sienta parte «de la famila, clan, grupo» en el que trabaja y éste a su vez sea «japonés» en lugar de un consorcio puramente empresarial.

De esto no debe deducirse ni inferirse que no exista el materialismo ni la corrupción, que todo sea perfecto y que las empresas funcionen de manera totalmente altruísta, no es así. Hablamos de mentalidad, del principio con el que funcionan. Pongamos un ejemplo: La Yakuza.

Es de sobra conocida la actividad mafiosa, relacionada con el juego y la prostitución principalmente, de estos grupos organizados al margen de la Ley. Sus miembros son conocidos por la policía, integrados en grupos como el Yamaguchi-gumi o el Sumiyoshi-Kai. Muchos de sus ritos y sus reuniones de alto nivel son conocidas, incluso públicas. La razón: Aunque sus actividades (extorsión, prostitución, juego y, ocasionalmente, drogas) colaboran activamente con el bienestar de la ciudad y el colectivo, como ejemplo la reconstrucción de la ciudad de Kobe tras el terremoto de 1995, ya que, en palabras de uno de los cabecillas: «una ciudad desolada no es buena para los negocios, no da beneficios».

Esta es la lógica pragmática del pensamiento japonés: se diluye el YO, el Ego, en el colectivo y sus beneficios redundan en el individuo.


No puedo resistirme a la idea de cerrar el círculo, volviendo sobre la Geisha, con una anécdota que relata el erudito Raymond Thomas en su libro Sabi-Wabi-Zen:

Un hombre de negocios inglés, invitado por su anfitrión japonés, acude a una velada con geishas, al finalizar, la regente le pide su opinión, a lo que el ingles responde con alabanzas hacia la belleza, elegancia y arte de una de ellas. La regente, visiblemente azorada y a modo de disculpa dice:

– Si, lo sé, aún le faltan años de aprendizaje.

Una respuesta a Japón y el Ego

  1. Muy buen artículo y estupenda la anécdota final. Leyendo tu artículo se puede comprender como después del Tsunami y el terremoto del 2011, la gente no iba a saquear los supermercados como hubieramos hecho aquí y en cualquier otro lado del mundo latino, con el egoismo que nos caracteriza, sino que cada uno cogía escasamente lo suficiente, procurando dejar algo para el siguiente que posiblemente esté igual o más necesitado que él.
    Muchas gracias Cayetano, excelente tu Blog.

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